Dice Nietzsche en “El viajero y su
sombra” que “toda palabra es un prejuicio”. En boca de ciertos políticos
toda palabra es una mentira; y si es verdad, una amenaza.
The Daily Telegraph del día 21 de
junio anunciaba el rescate inminente de España e Italia; el día 25, el gobierno
español solicitaba formalmente de la Unión Europea ayuda para inyectar dinero a la banca. Nos van a
rescatar pero ¿es que nos han secuestrado? ¿de quién o de quienes nos tienen
que liberar?
El Diccionario de la Real Academia define “rescate”
como “Acción y efecto de rescatar”; y “rescatar”
como:
1.
Recobrar por
precio o por fuerza lo que el enemigo ha cogido, y, por ext., cualquier cosa
que pasó a mano ajena.
2.
Cambiar o trocar
oro u otros objetos preciosos por mercancías ordinarias.
3.
Liberar de un
peligro, da o, trabajo, molestia, opresión, etc.
4.
Recobrar el
tiempo o la ocasión perdidos.
5.
Recuperar para
su uso algún objeto que se tenía olvidado, estropeado o perdido.
El uso más frecuente de esta palabra
en el lenguaje ordinario es el que se refiere a la liberación de alguien que
está secuestrado, o al dinero o a la actividad que sirven para esa liberación.
Este uso sería el que responde a la tercera acepción reseñada por el Diccionario
de la Academia.
También es frecuente el uso de este término en su primera
acepción: «Recobrar por precio o por fuerza lo que el enemigo ha cogido, y,
por extensión, cualquier cosa que pasó a mano ajena.»
Cuando hablamos de rescate
entendemos que el que paga lo hace para conseguir la liberación del
secuestrado. Pero, y esta es la mentira o la amenaza de esta palabra en boca de
nuestros políticos, en el rescate que se nos anuncia el que paga lo que quiere
es conseguir el control, la sumisión, la esclavitud del rescatado; no nos
quieren rescatar, nos quieren comprar, nos quieren dejar caer encima una
hipoteca que no la podremos pagar ni nosotros ni nuestros hijos y, tal vez,
tampoco nuestros nietos.
Los bancos, y no sólo los españoles,
han realizado en las últimas décadas una gestión desastrosa. Han vendido humo
y, mientras hubo quien lo comprara, obtuvieron pingües beneficios y sus
directivos se enriquecieron hasta niveles de verdadera fábula. Pero cuando el
humo se mostró como lo que era y dejó de venderse, aparecieron enormes agujeros
negros en las cuentas de bancos tan importantes como Lehman Brothers (el que dirigía en España y Portugal nuestro
actual ministro de Economía y Competitividad, el mismo ministro que dice que la culpa del rescate a la banca española es de Zapatero),
bancos que, al quebrar, provocaron el estallido de la crisis.
Los dueños del dinero se
asustaron; los directivos de las
entidades financieras empezaron a huir, abandonando el barco que se les iba a
pique, aunque cubriéndose las espaldas con indemnizaciones y jubilaciones
millonarias...
En España, la crisis se vio agravada
por el vaciamiento de la burbuja inmobiliaria. El capital alemán, que
generosamente llegaba a los bancos españoles, permitió conceder créditos casi
sin límite y sin garantías para adquirir viviendas que subían exponencialmente
de precio... hasta que dejó de llegar el dinero alemán, la burbuja se desinfló,
dejó de fluir el crédito, aumentó el desempleo, creció la morosidad...
Los bancos españoles debían mucho
dinero a los bancos europeos, alemanes, sobre todo y también a los franceses y
a los de otros países. Había que salvar a la banca, era necesario rescatarla de la ruina a la que sus directivos la habían
llevado porque si la banca española se hundía no podría pagar sus deudas a
los bancos alemanes. Por eso se ha puesto en marcha un mecanismo que
consiste en convertir la deuda privada (la de los bancos mal gestionados) en
deuda pública, en deuda del Estado, es decir, en deuda de todos nosotros; por
eso la Unión Europea
y el mal llamado Banco Central Europeo, no prestan dinero a los bancos, sino al
Estado, para que todos seamos responsables de devolver lo que se “nos” ha
prestado, para que la carga de la deuda recaiga sobre nuestras espaldas.
¿De qué se ríen? |
El enemigo, en
este caso, sería la clase trabajadora; y los que quieren recobrar lo que su
enemigo ha cogido es el gran capital que quiere recuperar todo lo que el
Movimiento Obrero ha ido conquistando en el último siglo y medio. Ese es el
verdadero rescate.
Se trata de un episodio agudo de
lucha de clases; ya lo dijo -¡en noviembre de 2006!-, en un extraño ejercicio
de sinceridad, el magnate estadounidense Warren Buffett: «Porsupuesto que hay lucha de clases; pero la está haciendo la mía, la de losricos; y estamos ganando». (Un
capitalista afirmando la realidad de la lucha de clases: hasta la teoría
marxista se la quieren apropiar).
Por eso, y en estrecha relación
con el “rescate” bancario, ya se están anunciando nuevas medidas tendentes
a incrementar más las rentas del capital a costa de la rentas del trabajo:
aumento de impuestos indirectos, incluso el de los productos de primera
necesidad, reducción de los salarios, disminución de las cotizaciones sociales
(que no es sino un modo de rebajar aún mas los salarios), aumento de la jornada
laboral... y, al mismo tiempo, se amnistía a los grandes defraudadores
fiscales, se ofrecen estímulos fiscales a los emprendedores (!)...
Pero de estimular la economía, de
apoyar a las familias en apuros, de crear empleo... solo palabras.
Y de gravar con un impuesto las
transaciones financieras o de subir los impuestos directos a los que en
justicia deberían pagarlos... ¡ni hablar!
Está
claro que el rescate no es un rescate: es un atraco. ¡Manos arriba!
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