Pretendo con esta bitácora presentar mis reflexiones sobre la situación presente y la posibilidad de seguir pensando en otro mundo posible, mejor para todos, especialmente para los que peor viven. A pesar de los vientos que soplan. O mejor: si somos capaces de hacerlo, aprovechando la fuerza del viento contrario.

martes, 26 de junio de 2012

Manos arriba: esto es un rescate



            Dice Nietzsche en “El viajero y su sombra” que “toda palabra es un prejuicio”. En boca de ciertos políticos toda palabra es una mentira; y si es verdad, una amenaza.
            The Daily Telegraph del día 21 de junio anunciaba el rescate inminente de España e Italia; el día 25, el gobierno español solicitaba formalmente de la Unión Europea ayuda para inyectar dinero a la banca. Nos van a rescatar pero ¿es que nos han secuestrado? ¿de quién o de quienes nos tienen que liberar?
            El Diccionario de la Real Academia define “rescate” como “Acción y efecto de rescatar”; y “rescatar” como:


1.                  Recobrar por precio o por fuerza lo que el enemigo ha cogido, y, por ext., cualquier cosa que pasó a mano ajena.
2.                  Cambiar o trocar oro u otros objetos preciosos por mercancías ordinarias.
3.                  Liberar de un peligro, da o, trabajo, molestia, opresión, etc.
4.                  Recobrar el tiempo o la ocasión perdidos.
5.                  Recuperar para su uso algún objeto que se tenía olvidado, estropeado o perdido.




            El uso más frecuente de esta palabra en el lenguaje ordinario es el que se refiere a la liberación de alguien que está secuestrado, o al dinero o a la actividad que sirven para esa liberación. Este uso sería el que responde a la tercera acepción reseñada por el Diccionario de la Academia. También es frecuente el uso de este término en su primera acepción: «Recobrar por precio o por fuerza lo que el enemigo ha cogido, y, por extensión, cualquier cosa que pasó a mano ajena.»

            Cuando hablamos de rescate entendemos que el que paga lo hace para conseguir la liberación del secuestrado. Pero, y esta es la mentira o la amenaza de esta palabra en boca de nuestros políticos, en el rescate que se nos anuncia el que paga lo que quiere es conseguir el control, la sumisión, la esclavitud del rescatado; no nos quieren rescatar, nos quieren comprar, nos quieren dejar caer encima una hipoteca que no la podremos pagar ni nosotros ni nuestros hijos y, tal vez, tampoco nuestros nietos.
            Los bancos, y no sólo los españoles, han realizado en las últimas décadas una gestión desastrosa. Han vendido humo y, mientras hubo quien lo comprara, obtuvieron pingües beneficios y sus directivos se enriquecieron hasta niveles de verdadera fábula. Pero cuando el humo se mostró como lo que era y dejó de venderse, aparecieron enormes agujeros negros en las cuentas de bancos tan importantes como Lehman Brothers  (el que dirigía en España y Portugal nuestro actual ministro de Economía y Competitividad, el mismo ministro que dice que la culpa del rescate a la banca española es de Zapatero), bancos que, al quebrar, provocaron el estallido de la crisis.
            Los dueños del dinero se asustaron;  los directivos de las entidades financieras empezaron a huir, abandonando el barco que se les iba a pique, aunque cubriéndose las espaldas con indemnizaciones y jubilaciones millonarias...

            En España, la crisis se vio agravada por el vaciamiento de la burbuja inmobiliaria. El capital alemán, que generosamente llegaba a los bancos españoles, permitió conceder créditos casi sin límite y sin garantías para adquirir viviendas que subían exponencialmente de precio... hasta que dejó de llegar el dinero alemán, la burbuja se desinfló, dejó de fluir el crédito, aumentó el desempleo, creció la morosidad...
            Los bancos españoles debían mucho dinero a los bancos europeos, alemanes, sobre todo y también a los franceses y a los de otros países. Había que salvar a la banca, era necesario rescatarla  de la ruina a la que sus directivos la habían llevado porque si la banca española se hundía no podría pagar sus deudas a los bancos alemanes. Por eso se ha puesto en marcha un mecanismo que consiste en convertir la deuda privada (la de los bancos mal gestionados) en deuda pública, en deuda del Estado, es decir, en deuda de todos nosotros; por eso la Unión Europea y el mal llamado Banco Central Europeo, no prestan dinero a los bancos, sino al Estado, para que todos seamos responsables de devolver lo que se “nos” ha prestado, para que la carga de la deuda recaiga sobre nuestras espaldas.

¿De qué se ríen?
            En realidad no nos quieren rescatar de ningún peligro; el rescate no es una liberación. La crisis ha sido provocada y/o está siendo aprovechada para, según la primera de la acepciones del Diccionario de la Real Academia de la Lengua, «Recobrar por precio o por fuerza lo que el enemigo ha cogido, y, por extensión, cualquier cosa que pasó a mano ajena.»
            El enemigo, en este caso, sería la clase trabajadora; y los que quieren recobrar lo que su enemigo ha cogido es el gran capital que quiere recuperar todo lo que el Movimiento Obrero ha ido conquistando en el último siglo y medio. Ese es el verdadero rescate.
            Se trata de un episodio agudo de lucha de clases; ya lo dijo -¡en noviembre de 2006!-, en un extraño ejercicio de sinceridad, el magnate estadounidense Warren Buffett:  «Porsupuesto que hay lucha de clases; pero la está haciendo la mía, la de losricos; y estamos ganando». (Un capitalista afirmando la realidad de la lucha de clases: hasta la teoría marxista se la quieren apropiar).
            Por eso, y en estrecha relación con el “rescate” bancario, ya se están anunciando nuevas medidas tendentes a incrementar más las rentas del capital a costa de la rentas del trabajo: aumento de impuestos indirectos, incluso el de los productos de primera necesidad, reducción de los salarios, disminución de las cotizaciones sociales (que no es sino un modo de rebajar aún mas los salarios), aumento de la jornada laboral... y, al mismo tiempo, se amnistía a los grandes defraudadores fiscales, se ofrecen estímulos fiscales a los emprendedores (!)...
            Pero de estimular la economía, de apoyar a las familias en apuros, de crear empleo... solo palabras.
            Y de gravar con un impuesto las transaciones financieras o de subir los impuestos directos a los que en justicia deberían pagarlos... ¡ni hablar!
           
            Está claro que el rescate no es un rescate: es un atraco. ¡Manos arriba!

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