Pretendo con esta bitácora presentar mis reflexiones sobre la situación presente y la posibilidad de seguir pensando en otro mundo posible, mejor para todos, especialmente para los que peor viven. A pesar de los vientos que soplan. O mejor: si somos capaces de hacerlo, aprovechando la fuerza del viento contrario.

lunes, 24 de noviembre de 2014

Sí se puede... aunque no quieran I.


Portada de la revista "El Jueves" 4-10/06/2014
       Pero harán todo lo posible para que acabe siendo un fracaso.
       Lo pensaba el sábado, viendo La Sexta Noche. El ambiente había cambiado.
   Hasta ahora, se permitía un cierto contraste de pareceres sin que la dirección del programa tomara aparentemente partido. Pero el último programa, en el que se dedicó a PODEMOS mucho más espacio que en otras ocasiones, parecía estar dirigido a desprestigiar a PODEMOS, siguiendo el camino marcado por Ana Pastor el pasado domingo en "El Objetivo" (curioso que este domingo la presentadora ha tratado con mucha más delicadeza a Toni Cantó, al que ha dejado expresarse con toda la libertad y respondiendo con la extensión que él ha querido).
       Me propongo en un par de entradas responder a algunas de las acusaciones que se hicieron en el largo programa y que se van a ir repitiendo, al menos, hasta las próximas elecciones.

1. Venezuela.

       Es curioso que, cuando se presenta una nueva organización para cambiar las cosas en España, ciertos personajes se empeñan en hablar de lo que sucede a miles que kilómetros de esta tierra. Pero no me importa, si quieren, que hablemos de Venezuela.
       A mí no me gusta que los militares gobiernen ni que los gobernantes se envuelvan (real o metafóricamente) en la bandera nacional. Menos aún me gusta -y me confieso creyente- que se apoyen en las creencias religiosas de la ciudadanía para concitar consensos o apoyos políticos. Y, ciertamente, el nivel de violencia de Venezuela revela que algo está fallando allí.
       Creo, sin embargo, que hay un dato que es indiscutible: Los gobiernos bolivarianos han llegado al poder por medios democráticos, mediante elecciones libres, avaladas por observadores internacionales, como la fundación Carter.
      Los hechos no
se pueden discutir. Y estos hablan de una economía puesta al servicio del pueblo, de una gestión de los recursos naturales, especialmente del petróleo, dirigida a salvaguardar la soberanía de la nación y a emplear los beneficios que reportan esos recursos en favor de la ciudadanía, especialmente de los que hasta la llegada al poder de Hugo Chávez nada, absolutamente nada tenían. Baste como ejemplo la inversión realizada en educación, con la creación centenares de miles de puestos escolares (con puesto de comedor incluido).
     Y los que tanto defienden nuestra constitución, deberían leerse la de Venezuela y conocer los mecanismos de control del poder que incluye (como por ejemplo la posibilidad de convocar referendos revocatorios, que ya se pusieron en práctica contra Chaves, pero que éste ganó en las urnas).  Y en esos valores verdaderamente democráticos de esa constitución seguro que resuenan los consejos de los asesores españoles, que no fueron sólo Iglesias y Monedero.
       Decía uno de los periodistas más agresivos que en Venezuela la gente no puede comprar pasta de los dientes o papel higiénico porque no se encuentra en los supermercados. Claro. Es mejor hablar de eso que de lo que pasa en España: que centenares de miles de familias españolas no pueden comprar en los supermercados, aunque están repletos de artículos, porque la política que nuestro gobierno, vasallo de la troika, ha puesto en práctica los ha dejado en la miseria.

2. Libertad de prensa.

       Terminaba el mes de enero y Pedro J. Ramírez anunciaba que dejaba la dirección del periódico. ¿La causa? Unos meses antes El Confidencial Digital había publicado esta noticia: «El Gobierno maniobra para ‘cargarse’ a Pedro J. Ramírez, domesticar a la Sexta y mantener neutralizado El País. En el acuerdo con la empresa, además de una sustanciosa indemnización económica, se convenía que Pedro J. permanecería unido al medio mediante la publicación periódica de una columna.  Sin embargo, hace unas semanas Pedro J. era despedido definitivamente. Había escrito un durísimo artículo contra el actual director y éste había amenazado a la propiedad del periódico con dimitir si Pedro J. Ramírez continuaba publicando en el mismo.
       Hace unos días, eldiario.es publicó una entrevista con Stephen Wechsler, militante del Partido Comunista de EEUU, quien, en los comienzos de la década de los 50 del pasado siglo, decidió desertar del ejército estadounidense, cambió su nombre por el de Victor Grossman, y se refugió en la República Democrática Alemana. En en esa entrevista (http://www.eldiario.es/internacional/RDA-mentalidad-asediada-dificil-torres_0_320568283.html) Stephen Wechsler hace una descripción de los cambios que se producen con la caída de muro de Berlin y la unificación de Alemania. Y sobre la libertad de expresión dice algo que me resultó muy significativo: «En Alemania oriental los trabajadores decían que no podías decir nada contra Erich Honecker en tu puesto de trabajo, pero podías decirle todo lo que querías a tu jefe. Ahora lo que ocurre es lo contrario.» En el periódico en el que trabaja uno de los periodistas más agresivos contra PODEMOS sufren las dos limitaciones y Pedro J. ha sufrido las consecuencias de ambas: criticó al gobierno y perdió la dirección del periódico; criticó a su jefe -su director- y dejaron de publicar su columna.
       Cuando PODEMOS dice que se debe controlar a los medios de comunicación no es para eliminar la libertad de los periodistas, sino para garantizarla frente al poder del estado, sin duda, pero también frente al poder financiero que también constituye una seria amenaza; lo que PODEMOS pretende es que lo sucedido con Pedro J. -quien, por otro lado, no es santo de mi devoción- no vuelva a suceder. Claro que esto no conviene ni a los dueños de los medios (a algunos, por lo menos) ni a los periodistas que se identifican con aquel viejo sello discográfico "La voz de su amo".



Seguiremos (Eta, vivienda, programa...).

martes, 8 de abril de 2014

¿Quién teme a la utopía?






            El domingo, día 6 de abril, desde las 8 y durante gran parte de la mañana, la corrala “La Utopía” fue desalojada. Las veintidós familias que desde hace unos dos años malvivían allí (sin agua y sin conexión a la red eléctrica) han quedado en la calle.


            Cuando, al inicio, eligieron el nombre “Corrala de Vecinas La Utopía” tal vez no esperasen que su acción se convirtiera en Sevilla en un símbolo de lucha por el derecho a la vivienda.
            Utopía: no lugar, lo que no existe en ningún lugar, lo que aún no se ha realizado, pero que se piensa, se desea y se busca como posible[1]. Y eso que se desea y se busca es un mundo justo, libre y fraterno.
            Utopía: Lo que los defensores de la situación presente prefieren definir como lo irrealizable.
            La meta de la buena gente de la corrala no era tan ambiciosa como lo que describe Tomás Moro en su obra[2]. La utopía que perseguían estas familias era -y sigue siendo- esta: que se cumpliera el artículo 47 de la Constitución Española actualmente vigente que reconoce el derecho a una vivienda digna; que se cumpliera el artículo 25 de la Declaración Universal de Derechos Humanos, que recoge ese mismo derecho, del artículo 9 del estatuto de Autonomía de Andalucía en el que se recoge que, «Todas las personas en Andalucía gozan como mínimo de los derechos reconocidos en la Declaración Universal de Derechos Humanos», (Todas las personas... como mínimo...) Y del artículo 25 de ese mismo estatuto.
            En una palabra: sólo pretendían que se cumpliera la normativa más importante que gobierna la vida de las naciones democráticas, del Estado Español y de la Comunidad Autónoma de Andalucía.


           La situación en el momento de iniciar el desalojo parecía abocada a una próxima solución que, según declaraciones de altos cargos de la Junta de Andalucía y del Defensor del pueblo Andaluz, podría haberse alcanzado el mismo lunes; alguien, sin embargo, no estaba dispuesto a que esta se lograse. ¿Por qué?
            Toda utopía, por definición, supone una crítica a la situación presente: si se busca un orden nuevo, es porque el presente no responde, no da satisfacción  a las necesidades y expectativas de la gente. Por eso la utopía es peligrosa. Para algunos muy peligrosa. Y por eso insisten en que utopía es sinónimo de irrealizable. Porque quieren que sea irrealizable.
            Un mundo justo, un mundo en el que todos podamos vivir con dignidad, un mundo gobernado por los principios de justicia, libertad, igualdad y fraternidad, un orden en el que se realice y consolide, de verdad, lo proclamado en la Declaración de los derechos Humanos tiene que ser, para ellos, irrealizable. Porque a medida que se vaya realizando, su mundo -este mundo en el que unos pocos viven a cuerpo de rey mientras la mayoría malvive o simplemente sobrevive a duras penas- se irá derrumbando. Porque ese otro mundo, que muchos consideremos posible y necesario, supone el fin de sus privilegios.
            De este modo, frente a la utopía irrealizable de la Declaración de los Derechos Humanos y la normas -también utópicas que los recogen, la constitución y el estatuto de Andalucía- hacen prevalecer sus leyes -estas sí, perfectamente aplicables-, que consagran el derecho del dinero por encima de los derechos de las personas.

            La corrala, en Sevilla, había elegido ese nombre “Utopía”. Y para muchos, también de otros lugares, se había convertido en un signo de esperanza de que la utopía, cualquier utopía, no está pero puede llegar a estar realizada.
            No lo podían permitir. Había que matar esa esperanza. Que una lucha llevada a cabo durante dos años  pacíficamente, por métodos no violentos, triunfase... no se podía tolerar. Porque otros podrían pensar que sus utopías dejaban de ser irrealizables. Es hermoso y bello proclamar la utopía, dicen, pero, al mismo tiempo, nos quieren convencer de que es de ilusos pretender alcanzarla.

 
           La solución estaba cerca. El conflicto de intereses iba a resolverse satisfactoriamente. Pero alguien sentía un miedo insuperable a la utopía. Y destruyeron la corrala La Utopía. Les faltó tiempo para exigir o para ordenar el tapiado de las puertas y para destruir y borrar hasta el último vestigio de utopía. Quizá creyeron que así vencerían su miedo.


            En estas circunstancias me vienen a la memoria algunos fragmentos de poemas de un obispo -español, catalán de origen, pero brasileño por su vida y su trabajo-, Pedro Casaldáliga:

           
            ¡Malditas sean
                todas las cercas!
                Malditas todas las
                propiedades privadas
                que nos privan
                de vivir y de amar!
                ¡Malditas sean todas las leyes,
                amañadas por unas pocas manos
                para amparar cercas y bueyes
                y hacer la Tierra esclava
                y esclavos los humanos!
               
                ¡Otra es la tierra nuestra, hombres, todos!
                ¡La humana tierra libre, hermanos![3]

Y en otro lugar:
            Y llamo al orden de mal,
                y al progreso de mentira.
                Tengo menos paz que ira.
                Tengo más amor que paz.[4]

            Un abrazo grande a La Corrala La Utopía, a sus gentes, a sus derechos y a su esperanza.., a su utopía.

            P.D.
            Una pregunta al hilo de lo anterior: ¿Se habrían dedicado tantos esfuerzos para cerrar La Utopía si el edificio hubiera estado enclavado en alguno de los “contenedores de pobres”[5] que circundan Sevilla?


[1]Así termina “Utopía” de Tomás Moro: «...confesaré con sinceridad que en la república de Utopía hay muchas cosas que deseo, más que confío, ver en nuestras ciudades.»
[2] «Las edificios son semejantes y muy bien cuidados, sobre todo en las fachadas. Las calles tienen veinte metros de ancho, y todas las casas están rodeadas de jardín. Las casas tienen una puerta principal y una puerta falsa, con cerraduras muy sencillas, que todos pueden abrir fácilmente, de manera que cualquiera puede entrar y salir por ellas, ya que nadie posee nada en particular. Cada diez años todos cambian de domicilio por sorteo, y todos sienten emulación por dejar la casa lo más arreglada posible». Tomás Moro, Utopía, Segunda pate, cap. II
[3]Pedro Casaldáliga, “Tierra nuestra, libertad”, en Cantares de entera libertad, Managua 1984, pag. 15-16
[4]Ibid., “Canción de la hoz y el haz”, o.c., pág. 21-22
[5] La expresión “contenedores de pobres” no es mía; la escuché hace unos días en la presentación de un muy interesante libro: Francisco José Torres Gutiérrez, Segregación Urbana y exclusión social en Sevilla. El paradigma del Polígono Sur, Sevilla, 2013. Se trata de la tesis doctoral del autor, editada por la Universidad de Sevilla.

viernes, 25 de octubre de 2013

Wert contra Sócrates



            En el año 399 a. C. en Atenas, recién restablecido el sistema democrático, pero con la ciudad todavía convaleciente de las heridas sufridas durante las Guerras del Peloponeso y el posterior gobierno de los Treinta Tiranos, Meleto, Ánito y Licón presentaron una acusación ante el tribunal de los Quinientos cuyo contenido se recoge en la Apología de Sócrates de Platón con estas palabras: «Sócrates delinque corrompiendo a los jóvenes y no creyendo en los dioses en los que la ciudad cree, sino en otras divinidades nuevas.» (24b).
            Extraña que, en un contexto religioso poco preocupado por la ortodoxia, se presentara una acusación de este tipo. Sócrates se defiende de ella afirmando que su convicción de que una voz interior que le impide tomar perturbadoras decisiones es de origen divino, no supone poner en duda las creencias religiosas tradicionales de la ciudad. Reduce además al absurdo la acusación de Meleto en un diálogo en el que Sócrates dirige a su acusador preguntas cargadas su ironía característica. 1
            Después se defiende de la acusación de corromper a la juventud y, al hacerlo, describe lo que sus acusadores entienden por corrupción.
            Explica Sócrates que tratando de entender por qué un oráculo había afirmado que él era el más sabio de todos los hombres se dirige primero a políticos, después a poetas y a
otros colectivos a los que va demostrando, manejando su ya citada y habitual ironía, que la pretendida sabiduría de unos y otros no era tal. Es decir, va desenmascarando a los que se creen sabios por haber alcanzado un puesto importante, por haber acumulado un patrimonio cuantioso o por haberse hecho famosos. Esta actividad, que Sócrates entiende como una exigencia ética2, despierta el interés de sus discípulos:
  «Se añade, a esto, que los jóvenes. que me acompañan espontáneamente -los que disponen de más tiempo, los hijos de los más ricos- se divierten oyéndome examinar a los hombres y, con frecuencia, me imitan e intentan examinar a otros, y, naturalmente, encuentran, creo yo, gran cantidad de hombres que creen saber algo pero que saben poco o nada. En consecuencia, los examinados por ellos se irritan conmigo, y no consigo mismos, y dicen que un tal Sócrates es malvado y corrompe a los jóvenes.» (23cd).
El carácter del filósofo es patente que le acarreó múltiples enemistades. Su actitud crítica ante todo, su exigencia de honestidad y coherencia, de respeto a la verdad y a la justicia, su inconformismo... lo convirtieron en un personaje molesto, un tábano (así se describe él en la Apología platónica, 30e) molesto para algunos hasta la exasperación. Y fueron muchos los que se picaron por las picaduras de este incómodo personaje que, no sólo se atrevía a pensar sobre cualquier asunto, sino que además, ¡que osadía! decía lo que pensaba.
           
            Otros, sin embargo, sus discípulos, jóvenes de buena familia, se sintieron seducidos por ese aliento perturbador y pretendieron imitarlo. Esa era la corrupción que provocaba Sócrates en la juventud: los dotaba de espíritu crítico, los animaba a poner en cuestión todo lo que no fuera el resultado de una reflexión racional.
            Podían soportar su ironía; podrían haber aguantado sus impertinencias; pero que su magisterio diera como resultado unos jóvenes capaces de pensar por sí mismos... resultaba ya del todo intolerable.
           Entre los muchos despropósitos de la LOMCE no es el menor la eliminación casi total de la Filosofía del curriculum de secundaria y bachillerato. Quizá no afecte a muchas personas, pues el colectivo de profesores de Filosofía no es demasiado numeroso. Pero eso no resta importancia a la amputación que se va a realizar en la formación de nuestros jóvenes. En realidad, esta decisión desvela uno de los objetivos principales que se pretende alcanzar con esta reforma educativa: conseguir profesionales eficientes y obedientes, que hagan a la perfección lo que se les ordena, sin plantearse siquiera qué es lo que están haciendo. Y precisamente esto es lo que la filosofía puede hacer imposible.

            La Filosofía no es una materia instrumental, no se incluye en las pruebas internacionales que miden el nivel educacional de los distintos países; no sirve para alcanzar el éxito, fundamentalmente en lo económico, que parece que debe ser el objetivo último de la educación, según se dejó ver en el primer párrafo de la exposición de motivos del primer borrador de la LOMCE: «La educación es el motor que promueve la competitividad de la economía y el nivel de prosperidad de un país. El nivel educativo de un país determina su capacidad de competir con éxito en la arena internacional y de afrontar los desafíos que se planteen en el futuro. La educación es el motor que promueve la competitividad de la economía y el nivel de prosperidad de un país. El nivel educativo de un país determina su capacidad de competir con éxito en la arena internacional y de afrontar los desafíos que se planteen en el futuro.» Y, a continuación, «En la esfera individual, supone facilitar el desarrollo personal y la integración social. El nivel educativo determina las metas y expectativas de la trayectoria vital tanto a nivel profesional como personal, así como el conjunto de conocimientos, recursos y herramientas de aprendizaje que capacitan a una persona a cumplir con éxito los objetivos planteados.» 3
            El disparate era tan patente que en un borrador posterior ese párrafo se modificó y fue sustituido por este otro: «Los alumnos son el centro y la razón de ser de la educación. El aprendizaje en la escuela debe ir dirigido a formar personas autónomas, criticas, con pensamiento propio. Todos los alumnos tienen un sueño, todas las personas jóvenes tienen talento. Nuestras personas y sus talentos son lo más valioso que tenemos como país.»4
            El cambio es radical; pero el papel parece que lo aguanta todo. Hay cosas que no se pueden decir, aunque se busquen. Por eso, la minusvaloración de la Filosofía en el curriculum del Bachillerato, de acuerdo con la norma ya aprobada en el Congreso5, descubre que ha prevalecido la primera intención; y que las bellas palabras con que reemplazaron a las primeras no sirven para otra cosa que para enmascarar la primera y verdadera intención de la ley. Los hechos -la parte dispositiva de la ley y, en concreto, los artículos en los que se establece el curriculum de los últimos cursos de secundaria- contradicen esa bella declaración de intenciones, al convertir en optativa la Formación Ética en 4º de E.S.O., que se ofrecerá como alternativa a la Religión y la práctica eliminación de la Historia de la Filosofía, reduciéndola a una mera optativa en 2º de Bachillerato.

            Si el Sr. ministro de Educación hubiera estado en el tribunal de los 500, seguro que habría aceptado como cierta la acusación de Meleto y Ánito: la filosofía, personalizada en el incómodo Sócrates, corrompe a la juventud; precisamente porque contribuye (evidentemente, no de manera exclusiva) a formar personas autónomas, criticas, con pensamiento propio. Dado que la pena de muerte está fuera de nuestro horizonte constitucional, podemos pensar que nuestro ministro habría optado por una condena distinta a la ingestión de la cicuta. Pero seguro que habría propuesto medidas para impedir que la corrupción se apoderara de los jóvenes. Medidas como las que prescribe esta perniciosa ley.
            El problema es que esta decisión pretende algo que, a medio plazo, es imposible: detener la historia, acabar con el progreso.6
            En su teoría sobre las generaciones7 Ortega señala que lo que hace posible el progreso de la historia es, precisamente la polémica entre las generaciones. Cada generación, dice, recibe la herencia vivida y pensada por las anteriores; pero, además, debe construir su propio modo de vida, lo que supone una cierta rebeldía frente a lo recibido. Y esta rebeldía es precisamente lo que hace posible la innovación y el progreso de la historia. Y eso es lo que esta ley, si llega a aplicarse, obstaculizará gravemente.
            Sirva para terminar esta cita de Ortega, el filósofo español más conocido y, posiblemente, más apreciado: La notoria «inutilidad» de la filosofía es acaso el síntoma más favorable para que veamos en ella el verdadero conocimiento. Una cosa que sirve es una cosa que sirve para otra, y en esa medida es servil. La filosofía, que es la vida auténtica, la vida poseyéndose a sí misma, no es útil para nada ajeno a ella misma. En ella, el hombre es sólo siervo de sí mismo, lo cual quiere decir que sólo en ella el hombre es señor de sí mismo. Mas, por supuesto, la cosa no tiene importancia. Queda usted en entera libertad de elegir entre estas dos cosas: o ser filósofo o ser sonámbulo. 8
            ¿Preferirá el señor ministro -y los parlamentarios que den o hayan dado el sí a esta ley- una juventud de sonámbulos para evitar que se comporten como molestos tábanos, al estilo del viejo Sócrates?



1 Jenofonte en su Recuerdos de Sócrates abunda en este sentido diciendo que «...me sorprende que los atenienses se dejaran convencer de que Sócrates no tenía una opinión sensata sobre los dioses, a pesar de que nunca dijo o hizo nada impío, sino que más bien decía y hacía respecto a los dioses lo que diría y haría una persona que fuera considerada piadosísima»
2 En efecto, voy por todas partes sin hacer otra cosa que intentar persuadiros, a jóvenes y viejos, a no ocuparos ni de los cuerpos ni de los bienes antes que del alma ni, con tanto afán, a fin de que ésta sea lo mejor posible, diciéndoos: «No sale de las riquezas la virtud para los hombres, sino de la virtud, las riquezas y todos los otros bienes, tanto los privados como los públicos.» Si corrompo a los jóvenes al decir tales palabras, éstas serían dañinas. 30 b
6 En la LOMCE hay muchos otros elementos de difícil asimilación para una mentalidad crítica y autónoma, como puede ser la puesta en práctica del darwinismo social en el campo de la educación, aunque esto pude ser objeto de otra releflexión y de uno próxima entrada en el blog.
7 Desarrollada sobre todo en  “En torno a Galileo” curso explicado en 1933, y recogido en el vol. V de sus Obras Completas.
8 J. Ortega y Gasset, Bronca en la Física, recogido en el vol. V de sus Obras Completas.