Pretendo con esta bitácora presentar mis reflexiones sobre la situación presente y la posibilidad de seguir pensando en otro mundo posible, mejor para todos, especialmente para los que peor viven. A pesar de los vientos que soplan. O mejor: si somos capaces de hacerlo, aprovechando la fuerza del viento contrario.

miércoles, 5 de diciembre de 2018

El viento contrario sopla más fuerte I

    Ayer fue 4 de diciembre, aniversario de aquellas masivas manifestaciones que abrieron el camino para que Andalucía fuera considerada al mismo nivel que el resto de las comunidades autónomas de mayor rango. Fue una jornada memorable, aunque costó la vida a un joven malagueño, José Manuel García Caparrós.

Manifestaciones del 4 de diciembre de 1977
    Yo esperaba que este 4 de diciembre fuera también un día de celebración porque estaba convencido de que se iba a producir un importante avance del andalucismo de izquierdas, el único andalucismo que tiene sentido en Andalucía -la derecha siempre fue centralista y sus intereses estarán siempre allí donde el dinero les ofrezca una mayor y más rápida rentabilidad- y la única izquierda que puede ofrecer una propuesta que haga realidad el deseo expresado en el himno de Andalucía “¡sea por Andalucía libre!”,  propuesta centrada en la gente de Andalucía, solidaria al mismo tiempo con el resto de los pueblos de España y abierta a toda la humanidad, humanidad que se quiere verdaderamente humana, solidaria y fraterna.
    Pero no ha sido así. Por el contrario, la derecha más rancia (PP), la más falsa (Ciudadanos) y la más reaccionaria (VOX) se han hecho con la mayoría en el parlamento andaluz; El PSOE ha obtenido los peores resultados de su historia y Adelante Andalucía ha visto disminuir en tres escaños la presencia de ese andalucismo de izquierdas en la cámara andaluza.
    ¿Qué ha pasado para que este resultado haya sido posible? ¿Qué hemos hecho mal? ¿Qué se ha hecho mal?
    No soy un analista político. Y mis opiniones no son más que mi reflexión personal de lo que he ido viviendo y percibiendo en estos últimos tiempos.
    Por supuesto -parece claro por lo que acabo de decir- que no soy neutral y que me identifico con ese andalucismo de izquierdas al que me he referido antes.

 

¿Que hemos hecho mal?


    Creo que no hemos sabido conectar con la gente que necesita que se pongan en práctica las medidas de nuestro programa que, de implantarse, le beneficiaría. Posiblemente, a pesar de que ese era uno de los lemas más repetidos entre nosotros, no hemos sabido conectar adecuadamente con los movimientos sociales. Tal vez por eso la indignación de pensionistas, de profesionales y usuarios de la sanidad y educación pública, de los colectivos que sufren con más intensidad las consecuencia de la estafa que llamaron crisis, de las mujeres, de los grupos y organizaciones que defienden los derechos de las personas independientemente de su orientación sexual, etc. no se ha traducido en votos... o en más votos.

    Es posible que, del mismo modo, convencidos de que la aplicación de las medidas que están en nuestro programa son beneficiosas para la mayoría social y, especialmente para los más desfavorecidos, seguros, por tanto, de que llevábamos razón, nos hayamos dormido en los laureles. No todos, por supuesto. Conozco muchos compañeros que se han dejado cada día la piel en las múltiples luchas a las que me he referido antes y a muchas otras (relativas a inmigración, dependencia, memoria histórica, derechos civiles, privatización de servicios públicos, etc.). Pero algunos puede que hayamos dormido alguna siesta de más.
    El resultado ha sido que los pobres han votado a sus enemigos. Nosotros lo teníamos claro: pero no hemos sabido explicar convincentemente a los empobrecidos que sus enemigos no son los más pobres sino los que les dicen que sus enemigos son los más pobres.

    También creo que se debe analizar por los expertos en la materia el enfoque y los medios utilizados en la campaña electoral.
    Creo que lo mítines valen sólo para estimular a los militantes, a los ya convencidos, que son los que van a lo mítines.
    Creo que los debates televisados no sirven tampoco de mucho porque, en realidad, no son debates sino  mini-mítenes sucesivos en los que cada candidato dice cuatro generalidades o critica a los otros candidatos, sin tiempo para explicar pedagógicamente sus propuestas. Aunque hay que reconocer que Adelante Andalucía lo ha intentado, sin encontrar, tal vez, el ámbito adecuado para hacerlo.

¿Que se ha hecho mal?

    Manteniéndonos en el ámbito de la izquierda transformadora quiero destacar tres actitudes que creo que han perjudicado gravemente a este proyecto.

    Creo que algunos de los que se sitúan en el ámbito de la izquierda transformadora -revolucionaria, si se quiere- han adoptado con demasiada facilidad la postura de “así yo no juego”. Limpios y puros que, ante alguna incoherencia puntual bien de carácter personal o político de cualquier dirigente, ante alguna decisión adoptada por asambleas o por los órganos democráticamente elegidos en esas asambleas que no compartían, o bien inflamados de ardor y de urgencia revolucionaria han decidido abandonar el proyecto político que parecía haber cuajado después de las movilizaciones del 15M y que en Andalucía iba adquiriendo unas características propias. Y esto vale también para organizaciones que, sabiendo que no tenían posibilidad alguna de obtener un escaño en el parlamento andaluz, han decidido -con todo derecho, por supuesto, eso nadie lo discute- presentarse por su cuenta, mermando las posibilidades del conjunto de la izquierda andalucista transformadora.

    La segunda actitud que creo que nos ha perjudicado ha sido la urgencia que algunos sentían por hacerse con el control del BOE o del BOJA, la urgencia por alcanzar el poder a cualquier precio; incluso si el precio consistía en compartir gobierno con un PSOE que necesita regenerarse, renovar sus cuadros dirigentes de manera que estos reflejen más fielmente el sentir de sus propias bases y de sus votantes, recuperar su tradición republicana (al menos en el sentido kantiano del término) y abandonar las prácticas corruptas y clientelistas que socavan las bases de la democracia y que, como se ha visto, ya ni siquiera le sirven para mantenerse en el poder.
    Esa actitud que aceptaba la subordinación a ese PSOE -olvidando experiencias anteriores de IU- ha hecho, quizá, que algunos -no sé si muchos o pocos- hayan decidido que “así no juego” y se hayan quedado en casa tal vez incluso el día de la votación.

    La tercera el no soportar a otros compañeros de viaje.
    Se repite por algunos, hasta la saciedad, que a veces “la suma resta”. Lo he oído y leído de compañeros de Podemos y de compañeros de IU. Claro que eso puede ser verdad. Pero se hace verdad porque y cuando así lo deciden no las matemáticas sino la voluntad de los seres humanos, voluntad determinada por una desconfianza mutua que puede hundir sus raíces en hechos del pasado pero que, a mi juicio, pierde de vista las posibilidades de imprimir un rumbo verdaderamente transformador a la sociedad.
    La suma resta porque hay quienes, por las razones que sean, no quieren sumar. Y porque algunos de los que no quieren sumar hacen todo lo posible por restar.
    Hay que centrarse en un programa que haga justicia a los excluídos y empobrecidos del y por el sistema y aceptar como compañeros de viaje a quienes asuman sinceramente ese programa. Y, por supuesto, sin que el resultado sea una mera sopa de siglas. Precisamente por eso, volviendo a lo dicho al principio, es vital conectar e incorporar a las organizaciones sociales que trabajan por una sociedad más justa, más igualitaria y más libre a ese proyecto.

    Bien, esto es lo que creo que hemos hecho mal los que realmente queremos una sociedad mejor, especialmente para los que más necesitan mejorar. Pero no creo que las causas de este desastre estén sólo entre nosotros. Otras circunstancias exteriores han influido -tal vez mucho más- en el resultado final de este proceso electoral.
    Pero eso será objeto de un próximo artículo que, junto con éste, espero que nos ayude a entender porqué cuando esperábamos un viento a favor nos hemos encontrado con que el viento contrario sopla ahora con más violencia.